El arte japonés evidencia la proximidad entre la creación artística y una profunda intuición filosófica de la realidad.
El zen, rama del budismo iniciada por Bodhidharma (o Daruma en el Japón), impregnó la cultura japonesa y sus diversas expresiones artísticas como la pintura, arquitectura, poesía, el arte de los jardines o la célebre ceremonia del té. Se trata del perfil místico del budismo, donde lo vacío es la fuente primaria del sentido, de la plenitud, la belleza y la expansión vital.
En el Japón, el arte exige un esfuerzo de atención, de conocimiento y de simpatía mayor que en China, país al que deben gran parte de su cultura.
Como todas las artes que provienen de las culturas asiáticas, las bases de su estética se centran en el elemento sagrado.
Se cree en la existencia de múltiples fuerzas invisibles, dioses locales, genios protectores, espíritus de las cosechas, del hogar, de los antepasados y de los parientes fallecidos, fuerzas de la fertilidad, de la generación de la vida, poderes que mueven tanto al cosmos como a los humildes objetos.
En el Japón, el arte exige un esfuerzo de atención, de conocimiento y de simpatía mayor que en China, país al que deben gran parte de su cultura.
Como todas las artes que provienen de las culturas asiáticas, las bases de su estética se centran en el elemento sagrado.
Se cree en la existencia de múltiples fuerzas invisibles, dioses locales, genios protectores, espíritus de las cosechas, del hogar, de los antepasados y de los parientes fallecidos, fuerzas de la fertilidad, de la generación de la vida, poderes que mueven tanto al cosmos como a los humildes objetos.
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